Mientras tu luna abierta
derrama sus tristezas
me miro en el espejo.
Es hora de mirar, mirar de frente
de sentir el doloroso trance verdadero.
Es hora de asentir, de vivir o de morir.
Es hora, es la hora.
De la tristeza, arada como tierra,
de la congoja verde como un huerto
que pare plantas vivas
que pare plantas vivas
ha de nacer la luz.
La luz que es el pecho de una mujer muy triste,
pequeño como la voz de los callados
y grande como un mar sin horizonte
que sabe de silencios y de ausencias.
Me miro en el espejo
mientras tu luna abierta
derrama sus tristezas,
sabiendo que es la hora,
y no encuentro el momento,
ni la palabra justa,
ni el esperado gesto,
y agacho la cabeza,
vencido como un muerto
que escapa de la vida,
huyendo con sus miedos.