jueves, 29 de noviembre de 2007

Cuestión de empatía

No sé si se habrán parado un momento a analizar la situación política de nuestro país, o también habrán sido víctimas como la mayoría de españoles, de la tolvanera mediática que alimenta constantemente la confrontación y el galimatías entre el gobierno y los distintos partidos políticos de la oposición, que sólo sirve, al margen de enriquecer a las grandes empresas de la información, para desestabilizarnos y confundirnos a los ciudadanos hasta el punto de que nadie sabe a ciencia cierta a qué atenerse.
Los políticos se culpan habitualmente, unos a otros, de mentir al tratar de vendernos sus ideas, pero existen ocasiones en las que cuando todos están diciendo lo mismo, continúan tirándose los trastos a la cabeza. Eso es lo que no entiendo.
Un ejemplo reciente lo tenemos con los últimos ataques sufridos por la Corona a consecuencia de las manifestaciones de varios radicales. Que yo sepa, los dos partidos más importantes han coincidido en salir en defensa de la real institución, y aún así, han estado empleando este tema como arma arrojadiza entre ellos. ¿Cómo se pueden enfrentar incluso cuando coinciden? La cosa, creo que radica más que en las diferencias ideológicas, un factor hoy por hoy, dada la globalización, de menor importancia, en una mala empatía entre los principales dirigentes, siendo estos incapaces de identificarse intelectualmente entre ellos, porque se ven tan distantes y diferentes que no se entienden ni aún cuando dicen lo mismo.
Esta falta de empatía se trasmite a los afiliados, a los simpatizantes y a la población en general, siguiendo una pauta de crecimiento espiral que trata de fragmentar la sociedad, lo que considero un grave error del que no sólo los políticos son los culpables, pues parte de la responsabilidad de las graves repercusiones que se deriven de esto, debería recaer en los medios de comunicación.
“En río revuelto, ganancias de pescadores”. ¿Y qué es sino en un río revuelto en lo que se ha convertido el escenario político? Los pescadores obviamente, son los grandes medios de comunicación social.
Esta confrontación sin tregua entre partidos, que debiera ser la esencia de la democracia, falla en lo fundamental: en la honradez, la honestidad y la lealtad que los dirigentes debieran mostrarse entre ellos y al pueblo, pues hacen o dicen cualquier cosa con tal de conquistar el poder. A veces, declaraciones imprudentes e irresponsables. Nadie mide las consecuencias de sus actos, y esa paranoia se contagia a otros segmentos de la sociedad donde todos se posicionan a uno u otro lado, incluso el poder judicial. Cualquier juez, a nivel personal, tiene derecho a pensar como le dé la gana, pero cuando se inviste de su cargo para ostentar su poder, las ideologías deberían quedar al margen, pero lamentablemente vemos a diario que esto no es así.
Ellos, como todos, padecen este problema de la falta de empatía y se suman al carro de los que alimentan esta turba que nadie sabe donde terminará. Yo, visto lo visto, me he propuesto para el próximo año no hablar de política ni con mi familia ni con mis amigos. Con nadie a quien le guarde un mínimo de aprecio volveré a hacerlo, pues la falta de empatía puede llevarme al error de dejar de querer a esas personas por el mero hecho de opinar diferente. No deseo que este mal generalizado repercuta en mi vida privada, por tanto, me cuidaré muy mucho de sus lamentables consecuencias. Estoy convencido de que es una neo enfermedad para la que de momento no existe tratamiento. Cuidemos de no contagiarnos.

jueves, 22 de noviembre de 2007

Mi amado Otileugim

Estaba mi amado Otileugim sentado sobre un cerro de un inmenso jardín contemplando el paisaje completamente ensimismado; tanto, que llamó mi atención.
-¿Qué miras Otileugim?- le pregunté acrecentada mi curiosidad por su quietud.
-Miro esos pájaros- me respondió sin extraviar ni un ápice su atención.
Tratando de respetar el momento, me senté a su vera y escruté el horizonte buscando con la mirada el motivo de su ensimismamiento. Vi los pájaros a los que se refería. Eran normales, como cualquier otro que hubiera visto anteriormente, y como aquellos, también piaban alborozadamente, y saltaban juguetones entre las ramas de los árboles.
-¿Qué tienen de especial?-pregunté al fin, rompiendo el silencio tras esperar unos minutos.
-Me cuentan cómo es el Paraíso.- Aquella respuesta me sorprendió. No me la esperaba de un niño que apenas había cumplido los cinco años.
-¿El Paraíso? ¿El Edén? ¿Aquel lugar de donde fueron expulsados Adán y Eva?
-Sí- dijo sin reparar siquiera en mi asombro.
Ambos volvimos a concentrarnos en la bucólica escena que se desarrollaba ante nuestros ojos, aunque debo reconocer que yo no alcanzaba a entender en plenitud todo el sentido de sus palabras.
-¿No sabes que Dios es nuestro padre?- me preguntó de repente.
-Sí, claro que lo sé- respondí quedando a la espera de una más amplia explicación.
-Entonces, si lo sabes, ¿cómo dudas de su amor?. Ningún padre deja de amar jamás a sus hijos. Por ello sé que aquellos que son fruto del amor nunca fueron expulsados del paraíso. Todos continuamos dentro, aunque no seamos conscientes de ello, sólo fuimos castigados con no poderlo disfrutar hasta que no seamos capaces de embriagarnos del amor verdadero. El paraíso es este lugar donde vivimos y que compartimos con otros seres que no fueron castigados. Dios no echó nunca del paraíso a esas aves. ¡Míralas! Observa lo felices que están. La única diferencia entre ellas y nosotros es que aunque compartamos el mismo tiempo y el mismo espacio, no tienen que ganarse el sustento con el sudor de la frente. No están malditas. Nosotros sí. Por eso ellas son felices, porque todo les es dado y no tienen preocupaciones. Nosotros en cambio debemos trabajar para poder vivir y eso marca la diferencia, porque quien debe trabajar para vivir, es víctima de las preocupaciones mundanas y de otros males adjuntos que nos corrompen el alma, como la envidia o el egoísmo. Si no tuviéramos que trabajar para vivir, no tendríamos que preocuparnos de nada, pues todos tendríamos lo suficiente y, por tanto, no existiría la envidia ni el egoísmo, y seríamos capaces de ver la belleza del mundo en el que vivimos, este jardín fastuoso donde deberíamos de ser felices.
Aquella reflexión que Otileugim me relató, me sorprendió aún más que la primera frase que me dijo. Quedé tan asombrado que dudaba de que aquellas fueran palabras salidas de la boca de un ser tan pequeño. Mi volví para mirarlo, quizás más asustado que sorprendido, y para mi mayor confusión, el niño había abandonado el cerro donde había estado sentado y corría dirección a una pelota. -¡Vamos, vamos! Juguemos un partido- me pidió mientras sonreía tan alegremente como aquellos pajarillos. No podía creerlo. Lo miré en la distancia, escrutando su minúscula presencia, queriendo ver algo distinto de lo que ciertamente veía, que no era más que la inocencia de un niño que quería jugar, como todos.

lunes, 12 de noviembre de 2007

Cementerio de Elefantes

La frase no es mía. Me la comentó un familiar en el transcurso del partido San Fernando-Sevilla C, celebrado el pasado domingo en Bahía Sur, en el que gracias a Dios empatamos, cuando lo que merecíamos era perder por goleada, y me pareció que definía a la perfección en lo que se está convirtiendo el San Fernando, un equipo que cada día está peor, y no sólo por los resultados tan adversos cosechados, sino por la mala imagen que está dando en el terreno de juego.
Los jugadores son profesionales dignos de ser respetados en todo momento, pero eso no les da derecho a esconderse y quitarse la pelota de encima, como hacen algunos de ellos. Me evitaré, muy mucho, de señalar directamente a ninguno, entre otras cosas porque ellos saben quienes son, y porque la afición ya se encarga de hacérselo saber cada domingo, sin que sirva para que el entrenador se dé por enterado.
“A perro flaco, todo se le vuelven pulgas”, eso le pasó al Club Deportivo, pues el chaval que mejor estaba jugando se lesiona de una forma tan espectacular que a todos se nos puso la piel de gallina, recordando el episodio tan reciente y trágico acaecido en el Sánchez Pizjuan. Se trataba del joven Regino, que debutaba de forma admirable en la banda derecha. Justo cuando pensábamos que por fin esta zona estaba perfectamente cubierta, Regino salta para disputar un balón y se golpea en la cabeza. Trata de incorporarse, se tambalea peligrosamente y cae fulminado semiinconsciente. Ahí es donde empezó lo peor del partido, unos acontecimientos que se fueron sucediendo, para dejar en evidencia las muchísimas carencias que padece nuestro club.
Lo primero, los voluntarios de la Cruz Roja, tres jóvenes que no tenían ni idea de lo qué tenían que hacer. El balón lo tiran fuera para que Regino fuese atendido, pero estos voluntarios, en vez de atravesar el campo, ante la posibilidad de que peligrara la vida del jugador, lo rodean en una carrera absurda. Los pobres, poco más pudieron hacer, salvo cargar con la camilla, pues era evidente que ninguno de ellos era médico. ¿Qué pintaban entonces allí? ¿Dónde estaba la ambulancia? La Cruz Roja debe entender que para atender los terreno de juego, es necesario mucho más que la buena fe de sus voluntarios. Con eso sólo no basta.
Cuando por fin llegan al lugar y lo suben en la camilla, lo trasladan a la salida del estadio y allí se tiene que quedar el lesionado esperando, sin que nadie pudiera realmente atender su estado de salud, ni siquiera tapándolo con una manta para que no se enfriara. Todo un espectáculo esperpéntico que bien pudo costar un disgusto. Gracias a Dios que no fue así y sólo se trató de una conmoción celebral leve, de lo que todos nos alegramos ¿Servirá esto de escarmiento para que no vuelva a ocurrir? Espero que sí.Para colmo de males, cuando se llevan a Regino, el equipo se descontrola. Cosa humana y comprensible, pero en el desconcierto nos empatan, y además, se apagan las torretas de los focos, tal y como pasó en el partido anterior, dejando a oscuras el terreno de juego. De esto no diré nada, no vaya a ser que se enfade el delegado de deportes y diga que esas torres funcionan a la perfección y que han superado con creces las pruebas AENOR de calidad. Las mismas que han superado el césped y todas las instalaciones. ¿No te jode?. Pues eso, lo dicho: El San Fernando, un cementerio de elefantes.

lunes, 5 de noviembre de 2007

Una propuesta industrial

¿Se ha fijado que en la planicie de salinas que se extiende por delante de la Sierra de San Cristóbal están instalando aerogeneradores o molinos de viento? Supongo que, como es lógico pensar, servirán para aprovechar la energía eólica que se produce en esta zona de Andalucía, lo cual es una buenísima noticia, pues esta es una excelente fuente de energía alternativa que servirá para paliar, en buena medida, los efectos nocivos y contaminantes que producen las otras fuentes energéticas clásicas, además de cuenta con la ventaja de ser una fuente de energía renovable, motivo más que suficiente para motivar la inversión, tanto pública como privada, en la investigación de estos recursos inagotables. Invertir en investigación para potenciar esta nueva manera de producir energía es apostar por el progreso y el bienestar de la sociedad, ya que es una forma de afrontar la crisis energética que se presagia, a tenor de que las fuentes de energías que nos abastecen en la actualidad, son muy contaminantes y están limitadas.
Nuestro actual modelo económico, que se fundamenta principalmente en su continuo crecimiento, exige irremediablemente una demanda proporcional de energía para sostenerse, y teniendo en cuenta que las fuentes de energía fósil y nuclear se agotan, es más que previsible que en un futuro próximo la demanda no pueda ser atendida. Por eso es tremendamente interesante investigar otros nuevas maneras de obtener energía. Éstas son las energías alternativas, y entre ellas, la eólica.
En la actualidad se busca aforadamente soluciones para resolver la crisis energética inminente, implicándose en ello las mentes más brillantes de nuestras universidades, al mismo tiempo que crece en la sociedad una mentalidad conservadora respecto del medio ambiente, sobre todo, a lo que al cambio climático se refiere. Todo esto, nos lleva a pensar que las energías renovables son, al margen de un seguro de vida, una magnifica manera de invertir y de producir riqueza.
Y es aquí donde hago una sugerencia que puede que les resulte irreverente, pero que a mí me parece una buena idea, dado que en la Bahía de Cádiz estamos más que hartos de oír la expresión reconversión industrial, sin que hasta la fecha nadie haya sido capaz de hacerla realidad llevándola a la práctica, posiblemente por la dificultad que entraña buscar un producto alternativo donde ocupar nuestra industria. Es por ello que me pregunto, y lo hago gritando a los cuatro vientos para que puedan oírme: ¿No sería una buena idea, dada la importancia creciente de las energías renovables en nuestra economía, que esos molinos de vientos o aerogeneradores que estamos importando desde el País Vasco, los fabriquemos aquí?. Si en Cádiz somos capaces de fabricar barcos, armas, coches, aviones, etc..., ¿no vamos a ser capaces de fabricar molinos? Es más, estoy seguro de que la tecnología necesaria está al alcance de los ingenieros que fueron capaces de diseñar el famoso MEROKA. Fabricar molinos tiene que ser, obligatoriamente, muchísimo más sencillo, y aunque a priori pudiera parecerles una idea un tanto quijotesca, no deja de ser una forma de afrontar ese gigante tan temido del desempleo y de la desindustrialización que sufrimos desde hace unos años. Dediquémonos a fabricar e instalar molinos de vientos y a vender la energía que podamos producir. Nuestro viento nos está ululando la promesa del porvenir por el que debemos luchar. No sé, es sólo una idea ¿Por qué no?